"Con mano fuerte": El legado de Mr. W. Alexander Mackay.

Publicado por Club decano 1889. Historiadores RCRH
martes, 20 de mayo de 2014
El clan Mackay es uno de los más antiguos y poderosos clanes escoceses, que dominó en otros tiempos las lejanas tierras de las Highlands. En su seno nació, en 1860, William Alexander, hijo menor de John Mackay, pastor presbiteriano de Lybster, localidad costera del condado de Caithness, en el extremo norte de Escocia. Su padre le inculcó los principios que habrían de regir su vida: el esfuerzo, la tenacidad y la fortaleza, guiado por el lema en latín que aparece en el escudo de su clan: MANU FORTI (con mano fuerte). 

Escudo de Armas de la familia Mackay.
Cuando sus hermanos mayores ya habían elegido sus caminos profesionales (John hizo medicina en la Universidad de Edimburgo; Mark, Literatura e Historia en la de Liverpool, y Patrick optó por convertirse en pastor presbiteriano) le llegó a él la hora de decidir, y aunque también le gustaba la historia y la música, se matriculó en la Universidad de Edimburgo, como su hermano John, para convertirse en médico-cirujano. Allí estudió duro, y sacó brillantes calificaciones, pero también tuvo tiempo de practicar varios deportes, el cricket, el tenis y el fútbol, deporte en el que su Universidad ya tenía club constituido y federado desde 1878, el Edinburgh University AFC. Incluso en su último año de carrera, dicho club ganó la tercera competición de fútbol más antigua del mundo, la “East of Scotland Shield”. Su hermano John fue contratado por la Rio Tinto Company Limited, entonces la mayor compañía minera del mundo. Le nombraron Jefe del Departamento Médico de la Compañía, y también asumió la dirección del English Club en las Minas de Riotinto, pero necesitaba ayuda, y en 1883 telegrafió a su hermano pequeño, que acababa de doctorarse, para que viniera a ocupar la plaza de médico de la Compañía en Huelva capital. Alexander llegó a nuestra ciudad el mismo día que cumplió 23 años y se alojó en el recién inaugurado Hotel Colón. 

Desde ese momento se dedicó a curar y a operar no sólo a los trabajadores de la Compañía en Huelva, sino también a los marineros británicos de los barcos que llegaban a nuestro puerto para cargar el mineral. Además una vez por semana visitaba a los enfermos que la Compañía enviaba a las casas de reposo de Punta Umbría. Y por propia voluntad, los jueves atendía gratuitamente en su consulta a los pobres de solemnidad. Por entonces ya existía en Huelva una comunidad británica que intentaba mantener sus costumbres de procedencia, practicando el fútbol, el cricket y el tenis, ante la extrañeza de la población local. Convencido de los beneficios del ejercicio físico para la salud, el Dr. Mackay se hizo cargo de la organización de los partidos de cricket y fútbol, invitando unas veces a los miembros del English Club de Minas de Riotinto, que dirigía su hermano, o a los de la Compañía de Tharsis, y otras veces a las tripulaciones de barcos británicos desembarcadas en Huelva. Para jugar habían marcado un amplio terreno de marismas cegadas al final de la Vega larga, frente a la Fábrica de Gas de su amigo, el también escocés Charles Adam. 



Poco después, entre 1887 y 1888, algunos jóvenes onubenses que contemplaban esos partidos le pidieron participar en ellos. El Dr. Mackay aceptó encantado, ya que no concebía su Club de Recreo como algo exclusivo para la colonia británica, como sí ocurría en las minas, y así José García Almanza, Ildefonso Martínez, Alfonso Le Bourg, y algunos otros se convirtieron en los primeros españoles que jugaron asiduamente al fútbol. En 1888 su hermano mayor abandonó Riotinto y se volvió a Escocia, ya que su esposa y él mismo tenían problemas de salud. Alexander, sin embargo, se había amoldado bien al clima y a las costumbres del sur de España. Estaba integrado en la sociedad onubense y Huelva lo quería y admiraba. Era bueno, muy bueno como cirujano, y su prestigio se extendió tanto que venían a operarse con él desde muchos puntos: Gibraltar, Cádiz, Málaga, Murcia… hasta Ramón y Cajal hizo una visita a su clínica. Su Club de Recreo atraía cada vez a más jóvenes locales y más público. Había llegado el momento de organizarlo seriamente: directiva, socios, cuotas, libro de registro, calendario de actividades… por lo que se convocan dos reuniones para los días 18 y 23 de diciembre de 1889 en los que queda legalmente constituido el Club Recreativo de Huelva. 

La presidencia recae en un primer momento en Charles Adam, padrino de su primera hija, persona de más edad, con más años en nuestra ciudad, y, sobre todo, propietario de los terrenos donde se jugaban los partidos. A él, que tiene en esos momentos 29 años, lo nombran Vocal. En 1892 Mackay y Adam forman la subcomisión del Club encargada de supervisar las obras del Velódromo, el primer recinto deportivo construido en España para la práctica del fútbol, además de otros “sports”. Ese año también aparece el primer emblema del Club, el corazón azul y blanco, eligiendo los colores más queridos para él, los que forman parte tanto del escudo del clan Mackay como de las banderas de Escocia y de Huelva. A partir de 1896 el Dr. Mackay toma oficialmente las riendas del Recreativo como Presidente. Era feliz en Huelva. Cuando todo en su vida parece ir viento en popa, la suerte cambia y la fatalidad se ceba trágicamente con su familia, sumiéndole en el dolor y la desolación. A causa de una enfermedad hereditaria de su esposa, van falleciendo sucesivamente, sin que él pueda hacer nada para evitarlo, su hijo Alexander, con sólo 6 meses de vida, en 1896; su esposa Catherine en 1898; su hijo Juanito, pocos meses después; y sus hijas Anita y Molly en 1902. Todos se fueron en apenas 6 años, quedándose sólo a miles de kilómetros de su tierra. Su vida parecía no tener sentido. Por otro lado el Club Recreativo, su Club, también pasaba entonces por un periodo difícil, ya que los primeros jugadores se habían hecho mayores, costaba mantener el interés por la ausencia de nuevos clubes rivales, y él contaba con pocos apoyos. 

Cualquier otro se hubiera hundido. Pero él no. Sobre la chimenea de su apartamento del Hotel Colón se destacaba el escudo y el lema del clan Mackay. Recordó los principios que su padre le inculcó. Apretó los puños y sacó fuerzas de flaqueza. No se rindió, no se dio por vencido, no capituló. De momento se refugió en su trabajo, donde encontraba el consuelo de salvar la vida a los demás. Un sábado, a finales de 1902, al llegar a las vallas del Velódromo, se paró a ver a los chavales que jugaban con el ardor de la adolescencia y escuchó sus gritos: ¡Vamos, Guzmán! ¡Despeja, Estrada! ¡Centra, Padilla! ¡Chuta, Tellechea! y sin darse cuenta esbozó una pequeña sonrisa y pensó: el cricket no ha calado en Huelva, en cambio el fútbol les apasiona, estos onubenses aprenden rápido, pronto el primer equipo del Club estará formado sólo por españoles… Contagiado del ánimo de los chavales, dio nuevos brios al Club, se rodeó de savia nueva en la Directiva, organizó competiciones, mandó construir un bonito pabellón de madera en el Velódromo, envió a Madrid un equipo para los Campeonatos de España de 1906 y 1907, organizó a partir de 1909 los primeros Campeonatos de fútbol de Andalucía, trajo al Sporting de Portugal en 1910, al que luego el Club devolvería visita, aceptó el desafío de ir a Cádiz en 1912 a disputar la Copa del Centenario de las Cortes de Cádiz... el Recreativo ganaba siempre, o casi siempre. Era el Club hegemónico en Andalucía, llenaba de orgullo a los onubenses y causaba respeto y admiración fuera de Huelva. 



La vida también volvía a sonreírle. En 1908 vuelve a casarse, y como si el destino quisiera devolverle todo lo que le arrebató, recompensando su fuerza de voluntad y su tenacidad, van naciendo en los siguientes años uno, dos, tres y cuatro hijos, dos varones y dos hembras, igual número y proporción que los que perdió, pero ahora todos sanos. Edificó una bonita casa para su nueva familia y, junto a ella, una amplia y moderna Clínica para poder atender mejor a todos sus pacientes. También volvió a celebrar veladas musicales con muchos invitados en el salón de su casa, como antaño. En 1909 Alfonso XIII le concede la Gran Cruz Blanca por sus servicios desinteresados a la Guardia Civil. En 1912 el mismo monarca dona una Copa para el torneo de tenis que anualmente disputa el Club. Y en marzo de 1915 el Dr. Mackay entrega en mano el escrito solicitando al Rey que acepte la Presidencia Honoraria del Club. Desde entonces el Recreativo es Real. En los años 20 el profesionalismo se extendió por el resto de clubes, pero él se resistió a modificar el espíritu del Club que un día fundara. La afición, sin embargo, estaba desilusionada, al ver que el Recreativo ya no podía competir de igual a igual con aquellos a los que antes ganaba. Entendió que los tiempos habían cambiado y prefirió dejar la presidencia del Club, cuarenta años después de aquellos primeros partidos que organizara frente a la Fábrica de Gas.



Cuando el Ayuntamiento de Huelva lo nombró Hijo Adoptivo de la ciudad, terminó con estas palabras su discurso de agradecimiento:  “He sufrido en Huelva las mayores angustias de mi vida y las mayores alegrías también. Si Dios así lo dispone, muy contento me quedaré para siempre, bajo la sombra de los cipreses, rodeado de amigos, durmiendo el último sueño y esperando el eterno amanecer bajo las estrellas del firmamento azul de Huelva”. 

No fue así, pero su legado, el Club Recreativo, el Decano del Fútbol Español, sigue vivo, 125 años después. Esperemos saber defenderlo con la misma fuerza y con los mismos valores que él demostró. Le debemos una… y muy, muy grande. Gracias, Doctor Mackay.

Artículo de D. Alejandro López.

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